Donde hablo de Victoria Álvarez y su Ciudad de sombras y de lo bien que me lo he pasado con ella

Sigo la carrera literaria de Victoria Álvarez desde su primera novela Hojas de dedalera hasta su recién publicada La ciudad de las sombras y es fascinante asistir a la evolución en directo de una escritora, de la depuración del estilo, de su habilidad para tejer las tramas y para hacer cada vez mejor eso de que parezca sencillo escribir.

La ciudad de las sombras es su última novela


que no hay que confundir con ninguna de estas otras ciudad a oscuras.


Lo bien que me lo he pasado con la última novela de Victoria Álvarez no tiene nombre. La ciudad de las sombras ha sido una experiencia lectora fantástica, una novela de aventuras de corte clásico, pero sabor moderno. Un cruce magistral de la narrativa de Jules Verne o Kipling, con la screwball comedy de los años treinta (cuesta poco imaginarse a Helena Lennox con el descaro y la rapidez de verbo de una joven Katherine Hepburn o Carole Lombard) y el encanto, frescura e imaginación del cine de aventuras de los años cincuenta con Las minas del rey Salomón, La tumba india o Mogambo a la cabeza, un poquito del exostismo de las películas de la Hammer y bastante de serial de aventuras y folletín. Jugando con estos elementos, ¿cómo no me va a gustar?


Todo esto sin perder la personalidad que ha ido forjando Victoria Álvarez novela a novela y siendo coherente con el universo literario creado en su anterior trilogía. Con mayor frescura, encanto y sentido del humor. Un universo que no suena a pastiche, si no que es sincero y auténtico. Virginia Álvarez vive en este mundo literario que ha creado y por eso lo percibimos tan creíble y nos es tan fácil reconocerlo.


La ciudad de las sombras es una excelente novela de aventuras de corte clásico y un paso más en la carrera de la autora. Ojalá otras experiencias lectoras fueran la mitad de divertidas que esta novela. Escrita con oficio y seguridad en la trama y la técnica. Un estupendo ejercicio que por momentos parece de otra época.

Resumiendo, lo he pasado genial con esta historia y solo deseo volver pronto a encontrarme con estos personajes.

Sobre mi primer (y quizá último) reto literario

Uno de mis sueños es tomarme un par de años sabáticos e irme a recorrer América Latina.
Toda.
Desde arriba hacia abajo y desde un océano a otro.
Como esto de momento está difícil, lo haré de otro modo.
En su blog, Divagaciones de una poulain, Nea Poulain propone un reto literario para el 2018.


¿En qué consiste? Un libro de cada país que conforma América Latina. Mínimo cinco, máximo el que el participante quiera. Me gustó la idea y me apunté. ¿Por qué? Porque siento cercano el continente y sus países y porque quiero conocer más su literatura, tanto clásica como contemporánea. Demasiada tendencia a centrarnos en lecturas europeas o norteamericanas y olvidarse del resto del mundo. Y América Latina más o menos la tengo leída, pero Asia o África son un tremendo vacío en mi cultura. Así que a subsanarlo. Poco a poco. Hago el tour y me comprometo a autores asiáticos y africanos. Sacar mi cabeza de este eurocentrismo blanco en el que vivo.

A las reglas que propone Nea Poulain he añadido yo un por mi cuenta un par. Siempre que sea posible, autoras. Y siempre que sea posible, cuentos.

Ha pasado una semana del inicio del reto y constato un par de cosas.
Como cuesta encontrar a autoras de algunos países publicadas en España.
Qué enormes lagunas literarias tengo.

Y he empezado por Argentina (ya sé que para el reto solo cuenta uno de los títulos, pero ya puestos).


El libro de Mariana Enríquez ya lo he leído y ha sido una experiencia muy interesante. Una colección de relatos de terror muy en la línea de Shirley Jackson donde el horror se esconde en los pliegues de la realidad. Momentos de cotidianidad (excursiones, visitas, recuerdos), un punto de crisis y el horror se cuela. Se me queda en la memoria la excursión de un grupo de adolescentes a bañarse donde se mezclan crueldad, superstición y brujería. Y "El aljibe", poderosa pieza de terror psicológico y donde esa frontera difusa entre la realidad y lo fantástico se difumina totalmente. Imágenes poderosas, situaciones molestas e incómodas, una mirada narradora distante y fría que consigue que la inquietud y el horror que desprenden el relato sea mayor. Esa indiferencia hacia el dolor ajeno... y propio.

Y si al libro de Mariana Enríquez llegué por el consejo de un par de clientes, "leelos que te van a gustar, es muy buena. Este y el otro libro, Las cosas que prendimos en el fuego", al libro de Samanta Schweblin llegué por un hueco en la mesa de novedades. Y agarré de la estantería dos ejemplares que me quedaban de Pájaros en la boca y los llevé a la mesa. Por el camino leí las primera frases del primer cuento y que quedé atrapado odiando a todo aquel que me rodeaba por tener que trabajar y no poder sentarme tranquilamente y leer. Llevo la mitad del libro, y aun no puedo hacer una valoración general del mismo, pero de momento me he encontrado un buen puñado de excelentes relatos de variados tonos y géneros, pero que comparten la contundencia y la inmersión en un territorio extraño e inquietante repleto de poesía y crueldad. Terror, fantasía, parábolas, género negro... ambigüedad y libre interpretación. Aun me queda recorrer la mitad del camino, pero se presiente uno de esos libros que permanecen y una autora de la que acabaré devorando toda su obra.

Ambos comparten que lo que inquieta es eso que no se muestra, que se intuye, que se calla.
Y que el horror y la pesadilla están aquí, acechando tras la cortina o la mirada conocida.

Seguiremos viajando.

Primera lectura del año - Cuentos de Shirley Jackson (no soy digno). Y esto no es una reseña


Advertencia
Cambios en el blog. El esquema / motivo / recurso de reseña ya no me satisface. Siento que me constriñe y que me impide hablar lo que quiero y como quiero del libro. Se supone que una reseña tiene que ser ponderada, argumentada, con presunción de objetividad y, en mi caso, con el paso de la edad y las lecturas cada vez estoy menos por ello. Cada día me aburre escribir más reseñas. Creo que es uno de los motivos por los que el blog está abandonado y las hienas realizan un festín con su cadáver. Necesito encontrar otra forma de conectar y explicar lo que leo.

A veces no se puede objetivar la experiencia lectora. En ocasiones, la sensación que te deja un libro es la de salir aullando por las calles y obligar a todo el mundo a leerlo. La experiencia lectora deriva en un canto entusiasta que no se puede costreñir a "me gusta y bla bla bla y la estructura bla bla bla" si no en repetir una y otra vez leedlo, leedlo, leedlo, añadiendo después un montón de palabrotas.

Y para revitalizar el blog necesito cambiar.
Fuera reseñas.
Haremos otra cosa.

Eso no quiere decir que acabe escribiendo una reseña.
Veremos qué pasa con la nueva vida del blog.
Fin de la advertencia

Primera lectura / relectura del año.
Empiezo fuerte.
Quiero empezar fuerte.
Necesito empezar fuerte.
Literatura que golpee, inquiete, moleste, enturbie y eleve.
La niña duerme. Me siento a su lado con el libro en la mano y me pierdo en los cuentos. Por dentro tiemblo y me emociono y solo puedo pensar en ese momento en que ella crezca y pueda decirle, toma lee esto.


Cuentos escogidos, Shirley Jackson, Minúscula editorial
Traducción de Paula Kuffer

Lo que siento por la obra de Shirley Jackson es amor.
La maldición de Hill House es un puñetazo y el origen de casi todo lo que se puede decir sobre casas encantadas. Y la película que en 1963 hizo Robert Wise. Terror por la sombras, el sonido.


Siempre hemos vivido en el castillo es una obra maestra. Punto. No se puede añadir nada más. Una obra maestra sobre crueldad, paganismo, brujería y cuentos de hadas.

Sus cuentos son puras miniaturas donde la crueldad, la porosidad de la realidad y el encuentro con las fronteras que la desdibujan, la envidia, los celos y esa materia oscura que anida dentro de los seres humanos y que nos pudre que puede asomar por una simple pregunta, un gesto, una mirada. Ejercicios de poder arbitrario. Y el peso que deja al lector. Aquí no hemos venido a redimirnos ni a buscar destellos de esperanzas. Como mucho podemos permitirnos el lujo de perdernos por las calles.

Y da miedo.
Por lo que atisbas con el rabillo del ojo.
Por esa puerta abierta por donde puede entrar algo. O nada. Pero la posibilidad es lo que aterra.

Shirley Jackson es una de mis autores preferidos, más queridos y envidiados. Cuando la lectura de un autor motiva a escribir, a emborronar papel (sigo escribiendo a mano), a replantearte otra vez la estructura de ese cuento porque todavía no es. Tras leer algo suyo, deja un poso, un peso físico en el cuerpo, la certeza acompañada de nervios de que se ha leído algo bueno, algo grande, algo que va más allá.

Además, como Chéjov, Woolf, Pratchett, O'Connor, su obra es infinita. Por muchas relecturas que uno haga de La lotería o de Siempre hemos vivido en el castillo, el cuento o la novela siguen diciendo cosas, siguen hablando al lector. Es imposible agotarlas como no se puede agotar La Novena Sinfonía, Amanecer de Murnau o el disco The Supremes A'Go-Go. Hay obras que siempre son nuevas para el lector / espectador / auditor (¿se diría así?) porque dicen algo nuevo siempre. El tiempo nos cambia y en esas obras encontramos ecos de esos cambios.

Libro excepcional.
Escritora infinita.

Una reseña de verdad de este maravilloso libro lo encontraréis en el imprescindible blog Devoradora de libros.